Ghosting, curving, relaciones líquidas y responsabilidad afectiva

Ghosting, Curving, relaciones líquidas y Responsabilidad Afectiva

Entre las situaciones que se suelen dar en consulta, comúnmente nuestros clientes, especialmente los adultos jóvenes, nos hacen referencia a haber sufrido o haber realizado en algún momento (y a veces, de forma recurrente) conductas de ghosting y curving, que ocurren después de haber mantenido algún tipo de relación sexual o afectiva con otra persona.

Podemos entender el primero de ellos, Ghosting, con la traducción muy libre de “hacerse el fantasma” o desaparecer, como un comportamiento consistente en dejar de contestar a las llamadas o mensajes a través de diferentes apps o redes sociales, un silencio pretendido y repentino que implica hacer el vacío a la otra persona mediante el bloqueo en dichas aplicaciones de citas, mensajería o redes.

El Curving es otra práctica bastante habitual para abandonar una relación, en principio menos agresiva pero igualmente desconcertante y frustrante para quien lo recibe, consistente en contestar de forma escueta, a veces con monosílabos, tomándose a veces mucho tiempo para contestar los mensajes ya leídos, como una forma de dar a entender que la conversación ya ha terminado o simplemente que existe una falta de interés en continuarla. Es una forma de no estar sin irse del todo.

Del otro lado estaría el concepto de responsabilidad afectiva, que podemos entender como la capacidad para comunicar de forma efectiva nuestra expectativas y sentimientos sobre una relación, con una actitud de respeto hacia la otra persona, entendiendo que nuestras acciones pueden tener consecuencias sobre los otros. Se trata en último término de cuidar al otro, no para evitarle un malestar, sino más bien para que no viva un sufrimiento innecesario.

“Curving es ghosting con conciencia de que es políticamente correcto tener responsabilidad afectiva” – J. Linne.

Cualquiera que haya sido víctima de esta situación es consciente de los efectos emocionales que puede generar: confusión, culpa, ansiedad, incertidumbre, inseguridad e incluso trauma ante la falta de explicación o información que permita hacerse a la idea del motivo por el cual se termina una relación que en principio parecía ir bien.

Muchas veces son relaciones esporádicas, donde se ha mantenido una comunicación mayoritariamente virtual y se han tenido pocas citas o interacciones “reales” en persona, pero tampoco es infrecuente encontrar situaciones de meses de relación, con un contacto continuo y normalizado, donde de repente la otra persona “desaparece” sin previo aviso, sin ni siquiera una discusión mediante, o sin hacer mostrar de ninguna otra manera que la relación pudiera estar siendo insatisfactoria. Obviamente en estos casos el daño emocional será mayor, dado que se asemeja a cualquier otro proceso de duelo, pero con el añadido de no tener siquiera una explicación lógica para lo ocurrido.

¿Cuál es la explicación a este comportamiento? ¿A qué se debe? ¿Qué tipo de persona o personalidad subyacente se comporta así? ¿Son personas malas, insensibles o sin empatía?

¿ O tal vez muy evitativas, que no saben comunicarse adecuadamente y les da miedo enfrentar cualquier tipo de conflicto interpersonal? Como casi siempre a la hora de explicar el comportamiento humano, la respuesta no es fácil y tenemos que atender a más de un factor explicativo.

En primer lugar, sabemos que el modo de relacionarse, establecer contacto e interactuar con otras personas se ha modificado significativamente con la aparición y desarrollo de las tecnologías móviles. La posibilidad legítima de buscar y elegir pareja o compañeros sexuales se ve condicionada por las apps de citas y las redes sociales, provocando situaciones de ambivalencia e hipercomunicación que pueden resultar abrumadoras, donde se establece un catálogo casi infinito de posibles relaciones donde es difícil definir la mejor posibilidad, y a la vez es muy sencillo terminar con aquellas relaciones ya establecidas que no están cumpliendo con las expectativas.

Dicho de otro modo, se establecen relaciones más superficiales, hay una mayor posibilidad de elección y a la par es muy fácil descartar candidatos sin dar explicaciones y pasar al siguiente match. Es lo que denominamos relaciones líquidas (Bauman), basadas en el refuerzo inmediato, en satisfacer las necesidades propias y en huir de las dificultades, relaciones de usar y tirar.

Este podría ser un segundo factor explicativo, la tendencia a evitar dificultades; por una parte es humano poner límites y protegerse de cualquier posible daño, incluido el emocional o afectivo, pero por otra parte establecer relaciones basadas en el miedo hace que no exista una implicación ni un compromiso real con la otra persona. Es decir, la forma de protegerse es no entregarse, no permitirse conectar sentimentalmente, con lo que se evita la posibilidad de sufrir cuando esa relación termine. En definitiva, se trata de miedo al abandono. Puede que en el historial de esa persona existan decepciones con relaciones pasadas, relaciones tóxicas o de maltrato que expliquen que no quiera implicarse demasiado. Podría ser también que no le apetezca realizar el esfuerzo que supone mantener una relación. De cualquier modo, en esa línea de evitar dificultades, es claramente más sencillo bloquear a alguien en una app (o no contestar a sus mensajes) que mirarle a los ojos y decirle que no se desea continuar con la relación.

En tercer lugar, atendiendo al principal motivo por el cual fracasan las relaciones de pareja, encontramos la falta de coincidencia en cuanto a valores, tipo de relación que se busca y expectativas en cuanto a la misma: en nuestra sociedad actual encontramos tanto diferentes formas de definirse a uno mismo en cuanto a género y orientación sexual (hetero, homo, gay, bi, no binario, trans, pansexual, etc.) como de entender la forma de establecer una relación con otros (monógama, abierta, poliamorosa…), de manera que si ya es difícil encontrar a alguien con los que se comparta nuestra visión del mundo, aficiones, gustos etc. aún se amplía más la dificultad si tenemos en cuenta la multiplicidad de formas de entender las relaciones sexuales, de amistad, o de pareja. El resultado es falta de afinidad, y más si se tiene en cuenta la poca información (a priori) que se tiene en la mayoría de apps de citas, o las versiones “simuladas” de muchos contenidos en redes sociales. Cuando la persona se ve frustrada en alguna de las muchas expectativas que tiene sobre la otra persona o la relación, existen dos opciones; confrontar y negociar dichas expectativas o descartar y pasar al siguiente candidato. Si como comentábamos anteriormente, se posee una percepción de candidatos o posibilidades infinitas, es una idea factible (aunque muchas veces ilusoria) pasar al siguiente con la misma inmediatez, es decir, simplemente pulsar un botón.

Como reflexión sobre todo lo anterior, el Ghosting, el Curving y otros modos de actuación similares no dejan de ser acciones individualistas que podrían corregirse simplemente aplicando los principios de la responsabilidad afectiva: entender que las relaciones sexoafectivas suelen conllevar una cierta implicación sentimental, y que la alternativa a eso (relaciones líquidas o superficiales) tampoco es lo más saludable. Desde unos mínimos de empatía y asertividad, tendría que ser posible conversar sobre los motivos de que “el amor” se acabe, al igual que somos capaces de establecer esa comunicación para que comience.

En último término, podría mejorarse mucho simplemente con un poco de amabilidad y esto que algunas personas llaman modales, es decir, unos mínimos de educación que conllevan la creencia de que actuar con cierta amabilidad hace que las interacciones con otros sean más fáciles y se asocien a emociones más positivas. Si cuando recibimos una llamada de teléfono de alguien que está trabajando en un departamento comercial tenemos la suficiente empatía, respeto y amabilidad por esa persona desconocida como para decir “Gracias por su oferta, pero no me interesa”, ¿tan difícil sería hacerlo para terminar con alguien a quien se ha conocido, a veces de forma muy íntima? Y por tanto, ¿tan descabellado es esperar eso mismo? Considero que la respuesta ambas preguntas es, simplemente, no.

*Aviso: Este artículo se ha escrito con fines meramente divulgativos y únicamente refleja la opinión del autor que lo suscribe, por lo que en ningún caso sustituye un tratamiento o terapia profesional.

Créditos de la imagen: Sinitta Leunen on Unsplash